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Vivencias en la cárcel

EL SUCESO DE LA TABACALERA

    No fumo. Por esta circunstancia, sin duda, en espacios cerrados me molesta el humo del tabaco. Como mis hijos y yo, estábamos en la celda número 35 y eran visitados por por amigos y compañeros -presos también- que hacían tertulia y fumaban...con avaricia (lenitivo a su pena de encarcelados y sedante de sus nervios), se ponía la habitación IMPOSIBLE, es decir, en estado caótico.

    Por instinto de conservación, y por la creencia -arraigada en mí- de que sólo Dios, que nos da la vida, tiene derecho a quitárnosla, tomé mis medidas, las cuales consistieron en fijar en un sitio visible -el más visible del angosto domicilio-, lo siguiente:

PREVENCIÓN

A los que vengáis aquí,
QUE NO FUMÉIS, SE SUPLICA,
pues el humo del tabaco
al más viejo perjudica.

Y hay que tener compasión
al pulmón sexagenario,
que necesita aire puro
y es al humo refractario.

    Los visitantes, alegres de suyo y dicharacheros, cuando leían el "CARTELITO", apagaban su verbosidad y, no llevándolos a sus labios, dejaban apagar los cigarros; pero la tristeza invadía los semblantes, y las caras se ponían más largas que "teleras".
    Duró la cosa un día -el de la sorpresa-; al siguiente me mandaron un emisario y pasaron el Rubicón, histórico riachuelo que separaba la Galia Cisalpina de Italia, y que aquí quiere decir que SE SALIERON CON LA SUYA, pues yo claudiqué (¡a tanto ruego, quién se resiste!) y me vi en la necesidad -por caer en una postura airosa- de usurpar las atribuciones de la Compañía Arrendataria de Tabacos y fijar, al lado del otro, el siguiente cartel neutralizador:

AVISO

Fumad, fumad sin reparo,
succionar el cigarrillo,
pues fumar es gusto...caro,
pero, a la par, bien sencillo.

¿Quién dice que perjudica
del tabaco el humo denso?
Si esto aseveran, replica
que menos que el del incienso.

Porque los cigarros tienen
ciertos sabores y aromas
que ellos solos te mantienen,
aunque no cenes ni comas.

Aquellos que su humo aspiran,
si están libres de perjuicio,
notarán que bien respiran
y cuánto es el beneficio.

Fumad, pues; nada os detenga,
ni argucias ni prevenciones;
fumad, venga lo que venga,
cigarrillos a millones.

    ¡Que dicha! Volvieron las risas, la alegría, las tertulias, la verbosidad y...volvió el humo, usuariamente, queriendo cobrarse un día de abstinencia.
    ¡Bien dicen luego que "en el pecado se lleva la penitencia"!
    Así terminó el suceso de La Tabacalera, o -más modestamente llamado- el pequeño incidente de la celda número 35.

DÍA DEL TABACO

¡Albricias! Llegó el tabaco.
¡Qué gran día de emociones!
Palpiten los corazones
y hágase el bolsillo un taco.

Es decir, que la cartera
quede exhausta, sin billetes.
¡Quitense ya los grilletes
a una pasión placentera!

¡Dos semanas sin fumar!
¿Quién aguante este sufrir?
¡Si eso es peor que morir,
por naufragio, en alta mar!

-¿Lo vas a tomar, Samuel?
¿Quieres el tabaco, Enrique?
Al fumar no pongo dique:
a mi me cabe todo él.

-¡Yo, no!
-Yo, ¡tampoco!
-Pues pedirlo para mí.
¡Chicos, al hacerlo así,
creo que me volvéis loco!

Y en los días sucesivos,
sube el humo en espirales,
y se mitigan los males
sin precisar lenitivos.

Podrá ser malo el tabaco,
pero el fumador lo adora;
si no lo tiene, lo añora
como el bebedor a Baco.

Y pues que ello es así
-aunque el poeta no fuma-,
pide que lo haya en gran suma...
y no falte nunca aquí.

DIA DE VINO

¡ Que placer!, ¡reparten vino!
¡Vamos corriendo, a la cola!
pero hay que beber con tino,
pues dan una ración sola.

El vino es un portento
y no el "vermouth" y la absenta;
éstos son veneno lento,
que mata más de la cuenta.

El vino, oro embotellado
de rancia estirpe española,
que se crió, caldeado
al sol que la uva aureola.

Si se le echaron mixturas,
ya no es vino, es...lo que sea;
algo que a las criaturas
perjudica y estropea.

¿Pero el vino, como tal?;
¿ese tinto?, ¿ese clarete?...
siendo puro, no hace mal,
si se bebe algún vasete.

¡Y aunque cuarenta se beban!
Hacer daño, no lo hacen,
pues en sí una virtud llevan:
que las penas las deshacen.

Alegre...sí que te ponen;
te ponen dicharachero;
pero no te descomponen,
ni se hunde el mundo entero.

¿Cuarenta vasos? ¿Y qué?
Jolgorio, bulla, alegría;
que se te aumenta el "quinqué"
y ves luces si una había.

Se explica, pues, el placer
cuando vino se reparte,
porque tiene el gran poder
de echar las penas aparte.

Y como aquí las hay grandes
,y además son infinitas,
el vino ordena:-¡A los Andes,
esas penas inauditas!.

EPIGRAMA

Un mal dentista pasó
por donde al fútbol jugaban
y a un golpe fuerte notó
que tres muelas le saltaban.

Y, claro, el "ver las estrellas"
no fue lo duro del trance
al sentirse sin aquellas,
sino este gracioso lance:

-¿Las gracias?...No hay que darlas
-dijo burlón un tunante-,
por enseñarle a sacarlas,
sin gatillo, en un instante.


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