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Prisión: Poemas del I al XVII


I

LO QUE IMPORTA

Me han detenido, si, pero inocente,
por Dios lo juro y por mi honor lo afirmo,
y si llegado el caso, lo confirmo,
será sin arrebatos de demente.

Tranquilo, mesurado, displicente,
con sereno decir, que reafirmo,
con el nombre y la rúbrica que firmo
y noble condición de hombre valiente.

Poco importa, calumnia, que te cebes,
que me quieras herir o me destroces,
pues tus torpes manejos, tan aleves,
mi conciencia rechaza, sin dar voces.

Y esto es lo que importa en la jornada,
¡que la conciencia no acuse de nada!

II

A mi denunciante (...)
"Mas en fin, yo perdoné, grosso modo, sin
saber cuántos ni quiénes eran. Séame
permitido dedicarle una poesía, con omisión
de su nombre."

¡ V I V E ¡

Fui amigo de tu padre. En su agonía
(quizás te acuerdes de lo que te digo)
hice a la familia compañía
y estuve con tu hermana y contigo.

Impuso el grave caso, que el yacente,
fuera de un lecho a otro trasladado,
y os ayudé, dolido y diligente,
para ser el difunto amortajado.

Sacamos de la alcoba un gran mueble;
cama y algunas cosas, se sacaron....,
recuerdos que, de un modo indeleble,
suelen grabar los que al difunto amaron.

Pero tú no lo has hecho y, calumniando,
a mí y a mi familia, nos perdiste.
No sé lo que con ello irías ganando
ni me puedo explicar por qué lo hiciste.

¿Fue por vengar agravios que inferimos?
¡Jamás causamos, a sabiendas, daño!
Díganlo los que juntos convivimos
los que vecinos fueron más de un año.

De un árbol se ahorcó Judas por malvado;
mas no pretendo yo que tú te mates;
sigue, sigue viviendo....DESGRACIADO,
¡y aumente tu conciencia sus embates!

III

POR SI ME ATAN

(Todo sufrir es antevíspera del Bien cierto)
Apretad bien las esposas,
seguid, seguid apretando;
¡si esto es camino de rosas
que al Cielo me van llevando!

Las vejaciones copiosas,
el sufrimiento vitando,
no son sendas espinosas,
ni erial, que se va pisando.

Son...la vereda expedita
que hasta la Gloria conduce,
donde el alma resucita

Y la Verdad, al fin, luce.
Donde Dios, el galardón
otorga con su perdón.

IV

¡QUIÉN NO SUPIERA ESCRIBIR!

Dicen -sin que yo lo crea-
que escribo regularmente;
y este decir de la gente,
no me halaga, me NAUSEA.

Asco produce en mi ser
tal habilidad, si existe.
¡Dios mío, por qué me diste
don que me pueda perder!

A un padre, triste y lloroso,
analfabeto y sencillo,
le hice modesto escritillo
que elevó, el hombre, anheloso.

Una instancia redacté
a un joven, y él la cursó,
y el pobre, al fin, consiguió
lo que pedía con fe.

A un tercero, con ocho hijos,
le puse en forma legible
algo, ¡muy serio y sensible!,
contando males prolijos...

Así hice el bien sin cuidado
pero harto el destinatario,
se acrecentó mi calvario
y fui incomunicado.

Lo cual me hace prorrumpir,
al revés que Campoamor,
con acendrado dolor:
¡QUIÉN NO SUPIERA ESCRIBIR!

V

LA CELDA NÚMERO 35

Esta celda donde una religiosa
se pasaba su vida silenciosa,
albergue es hoy de tres justos varones
amargados por muchas decepciones.

No hicieron daño a nadie, no recuerdan
actos que sus conciencias lo remuerdan;
y, sin embargo, se hallan detenidos
y como delincuentes recluidos.

Con soldado a la puerta, vigilante,
que siempre ha de llevarlos por delante;
igual si al patio bajan y pasean,
que, sin hablar con nadie, se solean.

Celda, celda apacible, acogedora,
prosigue tu función tan bienhechora,
ampara la virtud o la inocencia,
en pugna con el mal y la inconsciencia.

VI

MI CANTIMPLORA

Está en un clavo colgada,
y alguien puede imaginar
que una cantimplora nada
ha de decir, porfiada,
a quien la sabe escuchar.

Grande equivocación,
pues también hablan las cosas,
y causan admiración
con la realización
de sus charlas portentosas.

Ved, si no, las añoranzas
de las vasijas que cito;
testigo de mis andanzas,
de mis dudas y esperanzas
o de un anhelo infinito.

-¿Te acuerdas -dice la tal-
cuando, perdido de fijo,
ibas por un chaparral
de cerrado matorral
con tu más pequeño hijo?

¡Pobre Antonio, pobre mío;
que sed pasó, abrasadora,
en aquel día de estío,
echo de sudor un río,
y exhausta la cantimplora!

-En los viajes atendí
-sigue locuaz o habladora-,
la necesidad que vi
y de mis entrañas di
el agua confortadora.

A ti, a tu esposa, hija y nieto,
cuando ibais hacia Alicante,
¿no os saqué del aprieto,
de beber tan apremiante?

¿Y cuando ibas de caza,
con el equipo y el can
-hermoso animal de raza-,
no me daba buena traza
para aliviar vuestro afán?

Vuestro afán, tuyo y del perro
-sed, cansancio, calorina-,
cruzando un abrupto cerro,
cuando era candente hierro
la asfixiante sofoquina.

Cierto caluroso día,
por mí evitaste el mal,
cuando parece que ardía
la desierta lejanía
sin árbol ni manantial.

Cuando una madre arrastraba
-cual famélica jurdana-
a tres niños que llevaba,
con los cuales caminaba,
todo de muy mala gana....

-¡Ay! -la interrumpo sincero-,
calla tu verbosidad.
¡Ojalá que el mundo entero,
sin ser como es, altanero,
practicara la bondad!

VII

EL OTRO MUNDO

¡ Cuánta miseria y vileza! Por temor,
¡Qué cobardía!
Se abate la valentía;
se sublima el deshonor.

Señor, si en ruta secreta,
no hay más camino en el mundo
que el bien ahincado y profundo,
y el alma de calma llena.

Si es desvío otro tesón,
y es arteria y amaño
vivir en constante engaño,
traicionando el corazón.

¿Qué importa toda una vida
sin bien, sin paz, sin honor,
embargada de rubor
y en la maldad consumida?

Es preferible morir,
decir "¡alto!" en la jornada,
sin que nos conturbe nada,
sin tener por qué sufrir.

Y quien discuta con arte
que no debe ser así,
que se retire de mí:
¡VIVIMOS EN MUNDO APARTE!

VIII

ORACIÓN

¡Señor!, ¡Señor! Os pido reverente
que del mundo termine el sufrimiento;
que acabe, sin demora, su tormento
y surja, esperanzado, de repente.

Que deponga sus odios tanto gente,
convirtiendo el vivir en incruento;
que el trabajo lo impulse el ardimiento
y el progreso camine velozmente.

Que el bien se extienda y el amor se amolde;
que en las conciencias la esperanza brille;
que el altruismo se troquele en molde

que en la felicidad nos encastille.
Y en santa paz y en gracia, los mortales
veamos convertidos tantos males.

IX

AMULETO

Viéndome en trance de apuro
-preso e incomunicado-
un sigiloso recado
trajo remedio seguro.

"A falta de otra real,
una herradura -dijeron-
debéis pintar, porque dieron
siempre al traste con mi mal".

Y, en efecto, la pinté,
creyendo, supersticioso,
en algún don milagroso,
como cree quien tiene fe.

Mas no trajo "buena suerte",
pues el fiscal, a otro día,
para veintitrés pedía
veintitrés "penas de muerte".

Y he llegado, sin manías,
a esta clara deducción:
que las herraduras son
para las caballerías.

X

PARA EL FUTURO

Cuando salga de aquí
-de un ex convento
que habilitó de cárcel
la previsión humana
y donde me trajeron
una denuncia vil y la vesania
de raras circunstancias
creadas.....por quien fuera,
para satisfacer
sus torpes apetitos de venganza-
cuando salga de aquí,
a los pequeños
ofreceré, gustoso,
la enseñanza
en tarea agradable
a la que siempre, siempre,
consagré mis esfuerzos y mis ansias,
el loco frenesí de mis empeños
docentes, dedicados a la infancia.
Estar con los pequeños, con los niños,
hermoso rosicler de una luz clara.
Oírles, amoroso, las charladas,
que encandilan, absortan, embebecen
y extasían el alma....
Ir avivando en ellos facultades
con que la Providencia los dotara,
y avivando, también, las energías
físicas, morales y cristianas,
que equilibran y aúnan
las resultantes de la vida humana,
ir haciendo todo esto,
convirtiendo en capullo el tierno brote,
el capullo, en flor pura,
matizada con todas las virtudes,
es algo tan excelso,
que supera las cumbres eLevadas
de los Andes y del monte Everest,
del Himalaya.....
Cuando a un nene se dice, por ejemplo:
-Cariño, recita, anda,
di tú el verso que quieras,
aquel que sepas, vaya.
Y él, avergonzado, tarda,
arrancándose, luego, con Zorrilla,
en un raudal de inspiración y gracia:
-Corriendo van por la vega
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda...-.
Si el oírlo no es la Gloria,
habrá la Gloria, entonces, que inventarla.
Estar, estar con niños,
admirando sus dones y sus "gracias",
es el deleite grande
con quien Dios, a mayores, obsequiara.
Cuando salga de aquí
-de un ex convento
que habilitó de cárcel
la previsión humana-,
haré por alejarme de los hombres
-condición averiada-
y traer a los sueltos "pajaricos"
que Vicente Medina,
en sus versos famosos, ensalzara.

XI

LO QUE LLEVO

Pronto a desenvainarse, una tizona,
no llevo al cinto, ni pistola ni daga,
no llevo, en suma, nada con que haga,
repulsiva o temible mi persona.

La fiera catadura borgoñona,
ese temple viril que haga y deshaga
y que cobra "el barato" aquí... o en Praga,
tampoco constituye mi corona.

Yo soy hombre de paz. Por relicario,
llevo tras de la frente algo que piensa,
llevo en el corazón la dicha inmensa

de no haber, de la vida, hecho calvario.
Y una pluma que escribe prosa y verso,
O EMBORRONA EL PAPEL, TAN BLANCO Y TERSO.

XII

INTIMA

Es prueba de cariño, os besasteis,
y la gente que os vio, murmuradora,
al instante tildó de pecadora
la recíproca acción que realizasteis.

No me extrañó la cosa, lo confieso,
porque, ignorante el vulgo, no alcanza
las promesas de amor y de esperanza
que encierra, en su virtud, un noble beso.

Ósculo santo puro, cual la aurora,
no mancha por nieblas ni celajes,
y en el mudo decir de sus mensajes,
ES NUNCIO DE EXPRESIÓN CONSOLADORA.

XIII

Y TIENE RAZÓN

Andrés lleva la camisa hecha jirones,
con los puños rozados, le pechera
sucia, arrugada, de cualquier manera,
a tiras y con "sietes", los faldones....
Y si alguien se lo advierte y aconseja,
dice, orgulloso, que es "CAMISA VIEJA".

XIV

RUEGO

Como oyera a un alfarero
decir sus versos muy mal
cierto poeta altanero,
le ordenó muy severo:
-¡Cállese, hombre infernal!
Sin obedecer, el otro,
su cantinela siguió;
y el vate puesto en un potro:
-¿No hacéis caso? A ver destotro,
dijo, y palos pegó
en la obra de alfarería,
añadiendo: -¿Sin mirar,
destrozas tú la obra mía...?
¡Sufre que, en igual porfía,
veas la tuya destrozar!
Lector: no soy irascible,
pero te ruego, también
que te esmeres lo posible
-sin pedir un imposible-
y leas mis versos bien.

XV

PERDÓN

(Seguidillas)

Ya lo dijo Cervantes:
"En este mundo,
siempre engendran las cosas
sus semejantes".

Y si esto es cierto,
¿qué engendrará la celda
donde me encuentro?

¿Que por qué estoy en ella?
¿No lo adivinas?
Porque quiso, tozuda,
mi mala estrella.

Y si se empeña,
me arrojan, como un fardo,
desde una peña.

He culpado a los astros
y me arrepiento,
pues los astros no causan
nuestros tormentos.

Son los humanos,
que te ahogan, si pueden,
con las dos manos.

Claro que hay excepciones....
mucho peores,
que se agarran y muerden
cual tiburones.

De esta ralea
son los que me han herido
en la pelea.

Porque me enseña Cristo,
yo los perdono,
quiero, conmigo mismo,
estar bienquisto.

Que es gran consuelo,
purgado de maldades,
subir al cielo.

XVI

EL JUEGO DE PELOTA

¿Por qué me gusta el juego de pelota?
Netamente español este gran juego,
tiene la gallardía de la jota
y el calor ardoroso que da el juego.

De la jota que canta Zaragoza
y que Aragón entero también canta,
la que entona, viril, la gente moza
y lleva, la baturra, en su garganta.

Es así la pelota: fuego, ardores,
carreras, lucha, saltos y pelea;
es la plena emoción de jugadores
y la emoción de quien la lucha vea.

Del balón-pie no tiene las patadas,
ni la barbarie atroz del pugilismo;
tiene "saques" y "vueltas" porfiadas,
e ingénitas bellezas, en sí mismo.

Cuando juegan los vascos, enconados,
con cesta, a mano, a pala, como sea,
desbordan el matiz exacerbados
y adquiere grandes vuelos la pelea.

Son los profesionales, muchos de ellos
hacen, con la pelota, filigranas;
recuerdan gladiadores casi bellos
en las luchas, sin fin, grecorromanas.

Aquí también los hay, aficionados;
ágiles mozos, todos, con destreza,
que riñen sus peleas, obstinados,
esmaltadas con iris de belleza.

Citaré seis no más: Pascual, El Zurdo,
Walter, Pardo, y José Conejero,
que porfían combate nada burdo
-reñido con muchísimo salero-

contra Tomás Egido, Antonio Rubio
y Teodoro Rodríguez, campeones
caudalosos los seis, como el Danubio
lo es de Europa, en todas sus múltiples regiones.

¡Adelante, muchachos, no cejéis!,
dadle duro y más duro a la pelota;
y, siguiendo el consejo, ya veréis
que, si duro le dais, más fuerte bota.

XVII

DESPEDIDA

Año mil novecientos treinta y nueve,
húndete ya en el tiempo silencioso;
que te trague el averno pavoroso
y no des, de existencia, señal leve.

¿Qué hemos de agradecerte, año aleve,
traidor como el traidor más ominoso,
verdugo cual verdugo rencoroso
que con la pobre víctima se cebe?

Sólo desolación, males sin cuento,
trajiste a los cuitados españoles,
refinando, contra ellos, el tormento.

Salta, pues, como saltan los pañoles
de pólvora en el buque sorprendido
por la explosión de horrísono estampido.


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